Después de un chat caliente...
En esos días me encontraba aburrida y sola en casa.
Eso me ponía loca… y muy, muy caliente…
Me dediqué un poco a navegar en las redes sociales.
Más que nada para divertirme con los comentarios y, si se daba, enganchar algún tipo interesante…
Uno de esos muchos hombres que me contactaron lo hizo perfecto. Al menos, disparó en mí todo el morbo que venía acumulando hacía rato.
El tipo dijo tener sesenta años; era un verdadero viejo verde declarado. Después de unos cuantos intercambios de mensajes y unas cuantas pajas a solas, por fin accedí a encontrarme personalmente con él.
Sentía curiosidad por ver si realmente era un viejo verde. Pero, por otro lado, el morbo me hacía morir de ganas de coger con un tipo así…
Me citó en un café. Se llamaba Dalmiro y realmente era un hombre que frisaba los sesenta. Se comportó como un perfecto caballero; a pesar de que en la red, me decía de todo y me provocaba hacerme pajas pensando si sería verdad que me haría todo lo que me describía con tanto detalle…
Mi morbo se puso a mil, cuando finalmente me confesó que era casado.
Yo comencé a humedecerme durante la charla.
En un momento, Dalmiro me miró directamente y entre risas me preguntó quería hacer una escapada con él a un lugar más cómodo y privado.
Le sonreí y entonces sentí que mi concha iba a estallar en el primer orgasmo de la tarde: pero me aguanté las ganas de acabar ahí mismo.
El viejo me miró con lascivia, mientras llamaba al mozo para pagar.
Fuimos caminando hasta un telo cercano. Cuando quise acordarme, ya estábamos dentro de la habitación.
La cortesía de Dalmiro comenzó a desvanecerse apenas cruzamos el umbral. Me dejó pasar y me metió una mano en el culo, diciendo:
“Qué buena estás, nena…”
Supe entonces que iba a pasar una tarde distinta con ese viejo verde…
Sonrió y dijo que iba a cogerme como nunca nadie me había cogido. Ya sabía él que yo tenía novio; por eso, insistió que me cogería mucho mejor que el cornudo de Daniel…
Se sentó en una silla y me ordenó que me acercara a él.
Obedecí, poniendo mi mejor cara de perra y me acerqué a él, tocándome suavemente mientras no dejaba de mirarlo a los ojos.
Dalmiro se acariciaba el paquete que abultaba sus pantalones.
Me ordenó que hiciera un striptease para él. Mientras iba quedando desnuda; el tipo se frotaba más y más… Al final sacó su verga, ya bastante endurecida y erecta. Empezó a hacerse una paja mientras me miraba.
Yo estaba concentrada en darle placer visual a ese viejo verde, pero de pronto comenzó a distraerme la visión de esa verga enorme y dura.
Era algo perfecto… gruesa, venosa, bien tiesa y erecta…
Me quité finalmente la tanga y quedé frente a él, solamente vestida con mis zapatos de taco alto. Dalmiro me ordenó que me acercara más a él…
Levanté mi pie ahora descalzo y comencé a frotarle mi pie sobre su pija. Aquello empezaba a ser algo muy morboso.
Cuando pude ver que esa verga estaba a punto de explotar, me doblé por la cintura y comencé a lamerla suavemente.
Dalmiro me llamó “puta” entre gemidos de placer, al sentir mi lengua alrededor de la punta de su verga. De apoco la fui metiendo dentro de mi boca y entonces le pegué una tremenda mamada…
Mi concha comenzó a chorrear. Sentí que mis jugos se deslizaban por mis muslos. Dalmiro estiró su mano y hundió sus dedos en mi vagina totalmente empapada. Me sentía ardiendo de tanto morbo…
De repente el tipo se levantó y me empujó sobre la cama. Se abalanzó encima de mi cuerpo y comenzó a meterme su lengua en mi boca, babeando como el viejo verde que era.
Mientras, su verga dura se frotaba contra mis humedecidos labios vaginales. Le pedí que me la metiera de una buena vez…
El tipo no lo dudó y comenzó a hundir esa verga dura dentro de mi hambrienta concha. Volvió a llamarme “puta” mientras escuchaba mis gemidos de placer al sentir esa invasión…
Continué gimiendo y jadeando hasta que su verga estuvo en el fondo de mi vagina. Dalmiro entonces comenzó a moverse y a cogerme con más ganas.
El viejo era un verdadero salvaje cogiendo. Tenía mucha energía para su edad y su verga tenía pinta de poder garcharme a lo bruto durante horas.
El tipo se deslizaba dentro y fuera, frotando mi concha desesperada; sin dejar de recordarme lo puta que yo era. Me lo susurraba al oído, mientras me lamía la oreja, lo cual me desataba lo peor de mi morbo…
Cuando yo estaba a punto de acabar, el muy hijo de puta me la sacó sonriendo. Lo había notado, pero el turro quería hacerme desear.
Me dio vuelta en el aire y me hizo poner en cuatro. Me abrió bien los muslos y de repente me embistió desde atrás; provocando que gritara por la sorpresiva invasión. Me dio palmadas en el culo mientras me bombeaba.
Me preguntó si me gustaba cómo me estaba cogiendo. Le grité que me volvía loca. Me preguntó si quería más pija y volví a gritarle que sí.
Redobló sus embates con más violencia, sorprendiéndome con tanta virilidad. Yo gemía con los ojos cerrados, sintiendo esa pija gruesa entrando y saliendo de mi concha en llamas.
Esta vez me dejó acabar y grité mi orgasmo con toda la capacidad de mis pulmones. Me hundió la cara sobre la almohada, diciéndome que era una puta muy gritona. Yo continué aullando contra la almohada…
Cuando sintió que mi orgasmo por fin había pasado, dejándome temblando sin control; Dalmiro la sacó de mi concha y escupió en mi entrada anal…
Me preguntó riendo si mi culo era virgen y yo le mentí diciendo que lo tenía muy estrecho y entonces su gruesa verga me iba a lastimar.
Entonces me metió un par de dedos para dilatarme…
Me sujetó bien siempre en cuatro y de repente sentí una brutal embestida y una tremenda dilatación de mi ano al recibir esa gruesa verga.
Antes de que llegara hasta el fondo, dejé escapar un último aullido y me desmayé; cayendo laxa sobre la cama. Entre sueños podía sentir el dolor que ese viejo verde me provocaba en el culo…
Cuando desperté, estaba sola. Desnuda boca abajo en la cama, con las piernas abiertas y chorreando semen de mis dos orificios. El ano me ardía.
Dalmiro me había abandonado. Encontré un papel junto a la almohada:
“La seguimos en el chat, putita…”
Eso me ponía loca… y muy, muy caliente…
Me dediqué un poco a navegar en las redes sociales.
Más que nada para divertirme con los comentarios y, si se daba, enganchar algún tipo interesante…
Uno de esos muchos hombres que me contactaron lo hizo perfecto. Al menos, disparó en mí todo el morbo que venía acumulando hacía rato.
El tipo dijo tener sesenta años; era un verdadero viejo verde declarado. Después de unos cuantos intercambios de mensajes y unas cuantas pajas a solas, por fin accedí a encontrarme personalmente con él.
Sentía curiosidad por ver si realmente era un viejo verde. Pero, por otro lado, el morbo me hacía morir de ganas de coger con un tipo así…
Me citó en un café. Se llamaba Dalmiro y realmente era un hombre que frisaba los sesenta. Se comportó como un perfecto caballero; a pesar de que en la red, me decía de todo y me provocaba hacerme pajas pensando si sería verdad que me haría todo lo que me describía con tanto detalle…
Mi morbo se puso a mil, cuando finalmente me confesó que era casado.
Yo comencé a humedecerme durante la charla.
En un momento, Dalmiro me miró directamente y entre risas me preguntó quería hacer una escapada con él a un lugar más cómodo y privado.
Le sonreí y entonces sentí que mi concha iba a estallar en el primer orgasmo de la tarde: pero me aguanté las ganas de acabar ahí mismo.
El viejo me miró con lascivia, mientras llamaba al mozo para pagar.
Fuimos caminando hasta un telo cercano. Cuando quise acordarme, ya estábamos dentro de la habitación.
La cortesía de Dalmiro comenzó a desvanecerse apenas cruzamos el umbral. Me dejó pasar y me metió una mano en el culo, diciendo:
“Qué buena estás, nena…”
Supe entonces que iba a pasar una tarde distinta con ese viejo verde…
Sonrió y dijo que iba a cogerme como nunca nadie me había cogido. Ya sabía él que yo tenía novio; por eso, insistió que me cogería mucho mejor que el cornudo de Daniel…
Se sentó en una silla y me ordenó que me acercara a él.
Obedecí, poniendo mi mejor cara de perra y me acerqué a él, tocándome suavemente mientras no dejaba de mirarlo a los ojos.
Dalmiro se acariciaba el paquete que abultaba sus pantalones.
Me ordenó que hiciera un striptease para él. Mientras iba quedando desnuda; el tipo se frotaba más y más… Al final sacó su verga, ya bastante endurecida y erecta. Empezó a hacerse una paja mientras me miraba.
Yo estaba concentrada en darle placer visual a ese viejo verde, pero de pronto comenzó a distraerme la visión de esa verga enorme y dura.
Era algo perfecto… gruesa, venosa, bien tiesa y erecta…
Me quité finalmente la tanga y quedé frente a él, solamente vestida con mis zapatos de taco alto. Dalmiro me ordenó que me acercara más a él…
Levanté mi pie ahora descalzo y comencé a frotarle mi pie sobre su pija. Aquello empezaba a ser algo muy morboso.
Cuando pude ver que esa verga estaba a punto de explotar, me doblé por la cintura y comencé a lamerla suavemente.
Dalmiro me llamó “puta” entre gemidos de placer, al sentir mi lengua alrededor de la punta de su verga. De apoco la fui metiendo dentro de mi boca y entonces le pegué una tremenda mamada…
Mi concha comenzó a chorrear. Sentí que mis jugos se deslizaban por mis muslos. Dalmiro estiró su mano y hundió sus dedos en mi vagina totalmente empapada. Me sentía ardiendo de tanto morbo…
De repente el tipo se levantó y me empujó sobre la cama. Se abalanzó encima de mi cuerpo y comenzó a meterme su lengua en mi boca, babeando como el viejo verde que era.
Mientras, su verga dura se frotaba contra mis humedecidos labios vaginales. Le pedí que me la metiera de una buena vez…
El tipo no lo dudó y comenzó a hundir esa verga dura dentro de mi hambrienta concha. Volvió a llamarme “puta” mientras escuchaba mis gemidos de placer al sentir esa invasión…
Continué gimiendo y jadeando hasta que su verga estuvo en el fondo de mi vagina. Dalmiro entonces comenzó a moverse y a cogerme con más ganas.
El viejo era un verdadero salvaje cogiendo. Tenía mucha energía para su edad y su verga tenía pinta de poder garcharme a lo bruto durante horas.
El tipo se deslizaba dentro y fuera, frotando mi concha desesperada; sin dejar de recordarme lo puta que yo era. Me lo susurraba al oído, mientras me lamía la oreja, lo cual me desataba lo peor de mi morbo…
Cuando yo estaba a punto de acabar, el muy hijo de puta me la sacó sonriendo. Lo había notado, pero el turro quería hacerme desear.
Me dio vuelta en el aire y me hizo poner en cuatro. Me abrió bien los muslos y de repente me embistió desde atrás; provocando que gritara por la sorpresiva invasión. Me dio palmadas en el culo mientras me bombeaba.
Me preguntó si me gustaba cómo me estaba cogiendo. Le grité que me volvía loca. Me preguntó si quería más pija y volví a gritarle que sí.
Redobló sus embates con más violencia, sorprendiéndome con tanta virilidad. Yo gemía con los ojos cerrados, sintiendo esa pija gruesa entrando y saliendo de mi concha en llamas.
Esta vez me dejó acabar y grité mi orgasmo con toda la capacidad de mis pulmones. Me hundió la cara sobre la almohada, diciéndome que era una puta muy gritona. Yo continué aullando contra la almohada…
Cuando sintió que mi orgasmo por fin había pasado, dejándome temblando sin control; Dalmiro la sacó de mi concha y escupió en mi entrada anal…
Me preguntó riendo si mi culo era virgen y yo le mentí diciendo que lo tenía muy estrecho y entonces su gruesa verga me iba a lastimar.
Entonces me metió un par de dedos para dilatarme…
Me sujetó bien siempre en cuatro y de repente sentí una brutal embestida y una tremenda dilatación de mi ano al recibir esa gruesa verga.
Antes de que llegara hasta el fondo, dejé escapar un último aullido y me desmayé; cayendo laxa sobre la cama. Entre sueños podía sentir el dolor que ese viejo verde me provocaba en el culo…
Cuando desperté, estaba sola. Desnuda boca abajo en la cama, con las piernas abiertas y chorreando semen de mis dos orificios. El ano me ardía.
Dalmiro me había abandonado. Encontré un papel junto a la almohada:
“La seguimos en el chat, putita…”
3 年 前