El mundo es un pañuelo...
Esa noche estaba muy cansada al salir de la oficina y decidí tomar un taxi en vez de subirme a un colectivo lleno de gente, donde siempre algún caradura podía acariciarme la cola.
Durante el camino, pude notar que el conductor del taxi me miraba muy seguido por el espejo retrovisor mientras intentaba parecer concentrado en el tránsito.
Decidí jugar un poco con ese hombre.
Separé un poco mis muslos y esperé la reacción del taxista.
Pude ver que apartaba su mano de la palanca de cambios y la llevaba a su entrepierna. Entonces lo miré a través del retrovisor y sonreí; pero él entonces disimuló, desviando la mirada…
Comencé a excitarme con la situación; sentí que la concha se me humedecía. Me quité la chaqueta, para que ese hombre pudiera ver mi escote. Clavó su mirada entonces en mis firmes tetas.
Miré por la ventana con expresión aburrida y luego volví a la carga, mirando al taxista y abriendo mis piernas un poco más. Sin dejar de mirarlo a los ojos, acaricié mis muslos…
El hombre ya no disimulaba y rozaba su bulto mientras miraba...
Finalmente llegamos a mi casa; pero yo todavía tenía ganas de continuar con esa provocación. Sentía que mi labia empezaba a chorrear y me ardía de tanta calentura.
El hombre giró para decirme la tarifa y yo simulé buscar dinero en mi cartera. Le dije que no me alcanzaba el efectivo y que necesitaba ir a un cajero automático.
El taxista me dedicó una ligera sonrisa de triunfo y arrancó otra vez, rumbo al banco más cercano.
Bajé y enseguida regresé con el dinero. Mientras contaba los billetes, el taxista giró para decirme que no me cobraría nada.
Lo miré a los ojos y me desprendí la blusa, para que pudiera ver que no llevaba corpiño. También abrí bien mis muslos, para mostrarle que tampoco usaba tanga ese día.
Le ofrecí el dinero, diciéndole que me cobrara...
El tipo por fin entendió y se animó a preguntar si yo quería que fuéramos a un telo. Sonreí, respondiendo que prefería hacerlo en el taxi. Le sugerí que estacionara en un lugar oscuro que había a unas pocas cuadras de allí…
Mientras el hombre conducía con una expresión más relajada en su cara, yo me levanté la falda y la desprendí de mi cuerpo. Me quedé vestida solo con la blusa abierta y mis sandalias de taco.
Me toqué los labios vaginales y los encontré empapados.
El hombre finalmente estacionó en un descampado bien oscuro.
Salió del auto y se desnudó antes de abrir la puerta trasera. Al ver su verga gruesa y bien tiesa sentí un leve escalofrío; pensando si mi concha sería capaz de aguantarse esa cosa tan grande...
En vez de entrar al asiento trasero, me tomó de la mano y me arrastró fuera del auto. Me hizo apoyar de espaldas contra la carrocería y restregó su pija dura por mi vientre, rozando mis labios vaginales. Una mano se deslizó por detrás, acariciando mi culo y sus labios buscaron mi cuello, para dejarme su marca…
Agarré su verga con una mano, mirándolo a los ojos y le supliqué que me la metiera. El taxista sonrió de manera diabólica…
Me tiró de los pelos y me hizo girar de espaldas a él, para que apoyara mis manos sobre la tapa del baúl. Después me obligó a abrir las piernas y entonces un rápido manotazo separó mis labios vaginales humedecidos.
Entonces incrustó su pija tiesa en mi concha. Fue un embate seco que me hizo temblar de placer. Lo sentí entrar entero y me sorprendió no sentir tanto dolor con semejante grosor y dureza.
Mi concha comenzó a chorrear fluidos enseguida, notando esa verga entrar y salir de ella con tanto gusto. El taxista aferró mis tetas desnudas y me bombeó la concha como un enloquecido, mientras murmuraba a mi oído toda clase de groserías…
Me hizo acabar gimiendo como una hembra en celo, dejándome le cuerpo temblando sin ningún control. Apenas lo notó, el hombre se salió de mi concha y me hizo regresar al asiento trasero con él.
Me ordenó que le limpiara la verga con mi lengua.
Mientras me deleitaba con esa pija en mi boca, mi celular comenzó a repicar. Era mi adorado novio. Daniel quería saber si seguía en pie la invitación a cenar afuera.
Justifiqué mi demora diciendo que había salido tarde de mi oficina y, para peor, el tránsito estaba demasiado pesado. Pero ya estaba viajando en taxi y en menos de media hora estaría en mi casa; así él podría pasar a recogerme…
Mientras hablaba con Daniel; el taxista me sentó sobre su regazo, metiéndome un par de dedos en mi culo para dilatarlo.
Entonces dejé escapar un aullido de dolor, cuando su verga traspasó mi apretado esfínter en un brutal embate a fondo. A mi novio le dije que me había golpeado contra el asiento delantero del taxi, durante una frenada muy brusca.
Colgué al fin y me abandoné al placer de sentir esa tremenda verga enterrada en mi estrecho culo.
Me sentía empalada en esa increíble pija y eso me mataba de placer. Lo cabalgué por un buen rato, sintiendo sus duras manos en mis caderas, dirigiendo el ritmo de esa cogida infernal.
Por fin sus manos me sostuvieron sobre su verga y entonces pude sentir que el semen invadía mi ahora dilatado ano. El taxista cayó hacia atrás y allí quedó exhausto, tratando de recuperar el aliento.
Después ambos nos vestimos y regresamos hasta la puerta de mi casa. Allí estaba estacionado el auto de Daniel…
Insistí en pagarle por el viaje; pero el taxista intentó rehusarse, diciendo que ya le había pagado con creces.
Insistí tanto, que el hombre finalmente aceptó el pago.
Pero entonces el morbo me invadió y decidí que mi novio pagara.
Entré a mi casa, saludé a mi madre y le di un dulce beso de lengua a mi novio, pidiéndole que saliera a pagarle al taxista, ya que yo me había olvidado el dinero en la oficina…
Daniel salió refunfuñando y tardó un buen rato en volver.
Media hora después regresó sonriendo y comentando que el mundo es un pañuelo: se había quedado conversando con el taxista, quien resultó ser un antiguo compañero suyo de la escuela secundaria…
Durante el camino, pude notar que el conductor del taxi me miraba muy seguido por el espejo retrovisor mientras intentaba parecer concentrado en el tránsito.
Decidí jugar un poco con ese hombre.
Separé un poco mis muslos y esperé la reacción del taxista.
Pude ver que apartaba su mano de la palanca de cambios y la llevaba a su entrepierna. Entonces lo miré a través del retrovisor y sonreí; pero él entonces disimuló, desviando la mirada…
Comencé a excitarme con la situación; sentí que la concha se me humedecía. Me quité la chaqueta, para que ese hombre pudiera ver mi escote. Clavó su mirada entonces en mis firmes tetas.
Miré por la ventana con expresión aburrida y luego volví a la carga, mirando al taxista y abriendo mis piernas un poco más. Sin dejar de mirarlo a los ojos, acaricié mis muslos…
El hombre ya no disimulaba y rozaba su bulto mientras miraba...
Finalmente llegamos a mi casa; pero yo todavía tenía ganas de continuar con esa provocación. Sentía que mi labia empezaba a chorrear y me ardía de tanta calentura.
El hombre giró para decirme la tarifa y yo simulé buscar dinero en mi cartera. Le dije que no me alcanzaba el efectivo y que necesitaba ir a un cajero automático.
El taxista me dedicó una ligera sonrisa de triunfo y arrancó otra vez, rumbo al banco más cercano.
Bajé y enseguida regresé con el dinero. Mientras contaba los billetes, el taxista giró para decirme que no me cobraría nada.
Lo miré a los ojos y me desprendí la blusa, para que pudiera ver que no llevaba corpiño. También abrí bien mis muslos, para mostrarle que tampoco usaba tanga ese día.
Le ofrecí el dinero, diciéndole que me cobrara...
El tipo por fin entendió y se animó a preguntar si yo quería que fuéramos a un telo. Sonreí, respondiendo que prefería hacerlo en el taxi. Le sugerí que estacionara en un lugar oscuro que había a unas pocas cuadras de allí…
Mientras el hombre conducía con una expresión más relajada en su cara, yo me levanté la falda y la desprendí de mi cuerpo. Me quedé vestida solo con la blusa abierta y mis sandalias de taco.
Me toqué los labios vaginales y los encontré empapados.
El hombre finalmente estacionó en un descampado bien oscuro.
Salió del auto y se desnudó antes de abrir la puerta trasera. Al ver su verga gruesa y bien tiesa sentí un leve escalofrío; pensando si mi concha sería capaz de aguantarse esa cosa tan grande...
En vez de entrar al asiento trasero, me tomó de la mano y me arrastró fuera del auto. Me hizo apoyar de espaldas contra la carrocería y restregó su pija dura por mi vientre, rozando mis labios vaginales. Una mano se deslizó por detrás, acariciando mi culo y sus labios buscaron mi cuello, para dejarme su marca…
Agarré su verga con una mano, mirándolo a los ojos y le supliqué que me la metiera. El taxista sonrió de manera diabólica…
Me tiró de los pelos y me hizo girar de espaldas a él, para que apoyara mis manos sobre la tapa del baúl. Después me obligó a abrir las piernas y entonces un rápido manotazo separó mis labios vaginales humedecidos.
Entonces incrustó su pija tiesa en mi concha. Fue un embate seco que me hizo temblar de placer. Lo sentí entrar entero y me sorprendió no sentir tanto dolor con semejante grosor y dureza.
Mi concha comenzó a chorrear fluidos enseguida, notando esa verga entrar y salir de ella con tanto gusto. El taxista aferró mis tetas desnudas y me bombeó la concha como un enloquecido, mientras murmuraba a mi oído toda clase de groserías…
Me hizo acabar gimiendo como una hembra en celo, dejándome le cuerpo temblando sin ningún control. Apenas lo notó, el hombre se salió de mi concha y me hizo regresar al asiento trasero con él.
Me ordenó que le limpiara la verga con mi lengua.
Mientras me deleitaba con esa pija en mi boca, mi celular comenzó a repicar. Era mi adorado novio. Daniel quería saber si seguía en pie la invitación a cenar afuera.
Justifiqué mi demora diciendo que había salido tarde de mi oficina y, para peor, el tránsito estaba demasiado pesado. Pero ya estaba viajando en taxi y en menos de media hora estaría en mi casa; así él podría pasar a recogerme…
Mientras hablaba con Daniel; el taxista me sentó sobre su regazo, metiéndome un par de dedos en mi culo para dilatarlo.
Entonces dejé escapar un aullido de dolor, cuando su verga traspasó mi apretado esfínter en un brutal embate a fondo. A mi novio le dije que me había golpeado contra el asiento delantero del taxi, durante una frenada muy brusca.
Colgué al fin y me abandoné al placer de sentir esa tremenda verga enterrada en mi estrecho culo.
Me sentía empalada en esa increíble pija y eso me mataba de placer. Lo cabalgué por un buen rato, sintiendo sus duras manos en mis caderas, dirigiendo el ritmo de esa cogida infernal.
Por fin sus manos me sostuvieron sobre su verga y entonces pude sentir que el semen invadía mi ahora dilatado ano. El taxista cayó hacia atrás y allí quedó exhausto, tratando de recuperar el aliento.
Después ambos nos vestimos y regresamos hasta la puerta de mi casa. Allí estaba estacionado el auto de Daniel…
Insistí en pagarle por el viaje; pero el taxista intentó rehusarse, diciendo que ya le había pagado con creces.
Insistí tanto, que el hombre finalmente aceptó el pago.
Pero entonces el morbo me invadió y decidí que mi novio pagara.
Entré a mi casa, saludé a mi madre y le di un dulce beso de lengua a mi novio, pidiéndole que saliera a pagarle al taxista, ya que yo me había olvidado el dinero en la oficina…
Daniel salió refunfuñando y tardó un buen rato en volver.
Media hora después regresó sonriendo y comentando que el mundo es un pañuelo: se había quedado conversando con el taxista, quien resultó ser un antiguo compañero suyo de la escuela secundaria…
3 年 前