Qué calor hace en Sevilla

No le había dicho nada a Raquel pero Antonio tenía que pasar por Sevilla ese miércoles. Puede escaparme un poquito antes del trabajo y quedar con él para tomarme algo antes de ir a casa a comer los dos con mi mujer y darle una sorpresa.
 
El calor era insoportable en Sevilla. Acababa de empezar junio y las máximas rondaban los cuarenta grados. Lo mejor era hacer planes caseros, aire acondicionado... y poca ropa. Bueno, poca no, ninguna; había que aprovechar que no había niñas por casa ese día. Raquel estaba ya en casa decidió inagurar la temporada de despelote doméstico y para demostrarlo me envió una fotografía suya completamente desnuda. Como tenemos ya muchísima confianza, le enseñé la fotografía a Antonio y le salió una inmediata sonrisa de oreja a oreja. En ese momento se me ocurrió una idea.
 
Apuramos rápidamente la cervecita para llegar lo antes posible a mi casa. Le dije a Antonio que esperara en la puerta y que entrase unos cinco minutos más tarde, mientras yo entretenía a Raquel. Mientras saludaba, abrazaba, besaba, acariciaba y disfrutaba de la desnudez de mi mujer, mi amigo madrileño entraba en una de las habitaciones de la casa.
 
Mi querida esposa estaba más caliente que el día, según me agarraba el paquete por encima del pantalón me dijo que había leído el último relato que había enviado Solero y que quería ir ya a por su tercer orgasmo de la mañana (tanta facilidad tiene que en menos de media hora ya se había corrido dos veces estando sola en casa). Tuve que frenarla un poco mientras me desnudaba y le propuse llamar a Antonio por Skype para poder agradecerle el relato en persona... eso sí, debía estar así, completamente desnuda.
 
Curiosamente acepto. Abrimos el portátil en la mesita del salón y se sentó en el sofá. Llamamos a Antonio; respondió a los pocos segundos. Él no podía poner la cámara porque Raquel hubiese descubierto la decoración de la habitación, así que dijo que estaba trabajando y que no podía conectarse visualmente pero que cerraría la puerta del despacho para hablar con ella. Antes de conectar la cámara preguntamos si había alguien cerca que pudiera ver su pantalla. Como era seguro, encendimos la cámara y apareció Raquel completamente desnuda en la pantalla del móvil de Antonio. Una primeras risas medio nerviosas dieron paso a los piropos de nuestro amigo al ver la divina desnudez de mi santa. La verdad es que esos rayos de sol primerizos ya le habían tostado un poquito la piel y las marcas del bikini ya eran visibles. Además esos dos orgasmos previos le hacían resplandecer.
 
El principio de la conversación fue de lo más formal, qué tal, cómo estás, qué calor hace… hasta que y Antonio le preguntó directamente: “Parece que también andas tan caliente como el día ¿no?”. “La verdad es que sí, y eso que ya me he corrido dos veces leyendo tu relato”. Antonio, que enseguida se enciende le respondió: “buenos, pues vamos a por la tercera de la mañana”
 
Raquel escuchó aquello y se abrió de piernas mostrando un delicioso coño mojadito por fuera. Juan que estaba en frente ya tenía la polla en la mano. Antonio le pidió a Raquel que se metiera los dedos para ver si de verdad estaba tan cachonda como decía y que los enseñara a la cámara. Tras dos leves pasadas por sus labios, dos de sus dedos se perdieron dentro de ella y se movieron tratando de arrastrar con ellos la mayor cantidad de flujo posible. Efectivamente, aquellos dedos salieron empapados, casi pegados entre ellos.
 
“¿Está Juan?”, “Sí”. “Dile que pruebe por mi esos dedos”. Me acerqué al sofá, saludé a nuestro interlocutor y chupé la manos de Raquel mientras ella se acariciaba los pezones con la mano libre.
 
“Riquísimo Antonio, ojalá pudieras estar aquí para probarlo”- “Jajaja, ojalá, sí, ojalá estuviese”.
 
“Juan porque no le tapas los ojos. Me gustaría mucho que fueses mi cuerpo allí. Ya que estoy en Madrid, por qué no te la follas como si fuese yo. Escuchará mi voz y tu lengua, tu boca, tu polla, tus manos serán las mías”.
 
“Me parece perfecto Antonio, te haré ese favor, pero porque no estás. Cuando vengas por Sevilla y si Raquel quiere, harás tú los honores”
 
“Yo encantada de que me folle Juan ahora como si fueses tú y sí, por qué no, la siguiente te toca a ti”
 
Le tapé los ojos con un pañuelo de cuello que había en la entrada.
 
Antonio hablaba y yo iba recorriendo los rincones que él decía. Le besé la boca, le comí el cuello, le acaricié los pezones, le puse las manos por detrás para que su propio peso las tuviese atrapadas, recorrí sus pechos con mi lengua, acaricié sus labios húmedos con mi mano… todo lo que pedía Antonio en “Madrid”.
 
“Ahora voy a callarme, quiero masturbarme viendo lo que hacéis” dijo Antonio.
 
Le hice un gesto de aprobación a Antonio y vino al salón con muchísimo cuidado de no hacer ruido. Llegó desnudo y con una tremenda erección. Yo me separé con cuidado de Raquel y Antonio tomó mi lugar. Al principio uso sus manos, no quería que la barba le delatase. Metió sus dedos en la boca de mi mujer y simuló una felación, Raquel lamía y succionaba aquellos dedos como si fuesen un polla, con un deseo y unas ganas tremendas. Con esos mismo dedos llenos de saliva, bajó a su pecho y acarició por orden los dos pezones que respondieron poniéndose más duros todavía. No le hacía falta la boca a Antonio en ese momento, sus dedos estaban tan mojados que Raquel notaba una calor y una humedad maravillosa en su pecho. Antonio volvió a meter los dedos de nuevo en su boca, los sacó de nuevo empapados. Pero ahora su destino era otro. Con delicadeza pero sin detenerse, penetró lentamente el coño de mi mujer. Entraron hasta el final y ahí se quedaron, acariciando con sus yemas el interior de aquella cueva ardiente.
 
Raquel volvió a correrse.
 
Antonio se separó y ocupé su lugar. Ayudé a mi mujer a ponerse a cuatro patas, dejando su impresionante culo de frente a la cam y su cara y manos apoyadas en el respaldo del sofá. “Que Antonio te vea ahora como te follo así” le dije al oído lo que hizo que se le escapara un gemido algo más fuerte de lo normal. “Sí Juan, que lo vea Antonio, que seguro que se está haciendo una buena paja viéndonos”.
 
Estaba algo equivocada Raquel con Antonio. No se estaba haciendo una paja, iba a follarla allí y ahora. No le costó a nada metérsela en esa posición a mi mujer que recibió la polla de nuestro amigo con más gemidos profundos. El coño estrecho de Raquel era pura miel y el sonido de esa polla desconocida hasta ahora para ella entrando y saliendo era música celestial para mis oídos. No podía parar de pajearme viendo a Antonio follándosela a cuatro patas.
 
La manos de Antonio agarraban a Raquel fuertemente de la cintura para poder embestirla con mayor rapidez. Intenté ponerme detrás del sofá algo elevado, colocando mi polla muy cerca de la cabeza de ella. Le hice un gesto a Antonio que le agarró del pelo y con cuidado tiró de su cabeza hacia arriba lo que hizo que la boca de Raquel estuviera a escasos centímetros de mi tremenda erección. Debió notar algo extraño, algo de aire, porque yo me pajeaba en su misma cara, pero siguió disfrutando de la follada que le daba Antonio y la tenía cerca de un nuevo orgasmo. Antonio tiro algo más de su pelo, la cabalgaba con un fuerte ritmo. La boca de mi mujer estaba completamente abierta, gimiendo fuerte (los vecinos fliparían). Con un gesto le pedí a Antonio que parara un momento. Clavó bien dentro su polla y la dejó allí metida; yo aproveché la calma para meterle la mía en la boca. Raquel hizo un pequeño gesto al principio de rechazo o de sorpresa. No esperaba aquello pero le dije que no se preocupara… y le pedí amablemente que siguiera. No dudo nada. No sabía quién estaba detrás pero no quería que se detuviera ahora y le apetecía sentir una buena polla en la boca en el momento de su nuevo orgasmo. Ni se quitó el pañuelo. Todo siguió igual. Antonio por detrás, agarrado con una mano a sus caderas y con la otra ayudando a elevar la cabeza de Raquel. Y yo por delante, aprovechando cada penetración de mi amigo para que mi polla entrase y saliera de la boca de Raquel.
 
Ahora los fuertes gemidos de Raquel eran sordos pero los movimientos de su cuerpo delataron la proximidad de un nuevo y más que bienvenido orgasmo. Ni Antonio ni yo íbamos a poder aguantar. Mi mujer se corrió de forma brutal casi con espasmos febriles tuve que sacar la polla de su boca para que no me mordiera. Los movimientos de Raquel hicieron imposible que Antonio siguiera follándola. Literalmente se desplomó en el sofá exhausta, sudada, empapada y aún entre gemidos pero sacó fuerzas para quitarse le pañuelo, sentarse de nuevo y pedir que acercáramos nuestras pollas a sus pechos. Agarró cada una con una mano y empezó a pajearnos a los dos. Miró a Antonio y le saludó “¿Qué tal por Madrid?¿Bien no?”, no dejaba de mirarle con cara de placentero y divertido enfado. “¿Vas a correrte ya después del espectáculo que te he dado por Skype?”… luego me miró a mí “Eres un cabrón”…
 
Antonio y yo no podíamos más, las manos de Raquel se movían con una destreza tremenda. Primero fue Antonio el que descargó una densa y caliente corrida sobre sus pechos; la mano de mi mujer dirigía su polla para que sus pezones no se quedasen sin sentir el semen de nuestro amigo. Ver aquello hizo que eyaculara como un adolescente, y una gran cantidad de líquido blanco salió disparado hacia el ya manchado pecho de Raquel.
 
Los dos casi caímos al sofá cada uno a un lado de ella. Raquel estaba regada, cubierta de la leche de los dos. Sudor y semen se mezclaban en su pecho y se resbalaba hacia la entrepierna. Su coño enseguida notó el espeso calor de las dos corridas.
 
Cansados pero con una cara tremenda de felicidad besamos a nuestra musa sexual de aquel medio día. Reímos los tres por aquel encuentro casual.
 
Lo mejor era que teníamos la tarde entera para nosotros. No íbamos a salir de allí. Aire acondicionado, desnudez, siesta, cafelito… y más orgasmos. Pero eso es ya otra historia.
发布者 Estupefacto
3 年 前
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