El reloj
Me había citado en un elegante restaurante.
Apenas me senté, me tendió un paquete envuelto como regalo.
“Feliz cumpleaños…”.
Lo desenvolví, ansiosa, rogando que fuera el reloj que le había mencionado, con más o menos sutileza, durante toda la semana.
Era el mismo estuche. Lo miré sonriendo.
“Vas a abrirlo…?”
Lo hice y entonces me llevé una pequeña sorpresa. Saqué un pote de gel lubricante y le sonreí, disimulando mi decepción.
“Me parece que este regalo es para vos, amor…” Le dije.
“No; es para vos, pero ahora dámelo…”
Abrió la tapa, se untó los dedos y deslizó la mano por debajo de la mesa. Separé mis piernas, adivinando sus oscuras intenciones.
“Por eso me pediste que viniera sin tanga…?”
Me miró, perverso, mientras sus dedos lubricados acariciaban mi vulva y trazaban círculos alrededor de mi clítoris, con tanta lentitud, que creí enloquecer.
El camarero se acercó para preguntar si íbamos a querer postre.
Disimulé todo lo que pude; aunque el pote estaba abierto sobre la mesa, olía a sexo y un gemido pugnaba por salir de mi garganta.
En ese momento me hundió tres dedos en la concha y me cogió con ellos, mientras, con voz suave, le contestaba que él solamente quería un café…
El camarero me miró y yo alcancé a susurrar que quería lo mismo.
Antes de que se retirara acabé, gimiendo para mis adentros y sintiendo que mi orgasmo humedecía mis muslos.
Entonces él sacó sus dedos de mi vagina y los relamió con avidez.
Apenas dejé de temblar, fui yo la que se llenó la mano de gel lubricante mientras que, con la otra, sacaba su verga bien erecta.
Comencé a hacerle una paja, pero él me detuvo y sonrió.
“En casa te espera el reloj, pero hoy no te hará falta...”
“Hoy voy a cogerte como si el tiempo no existiera...”
Apenas me senté, me tendió un paquete envuelto como regalo.
“Feliz cumpleaños…”.
Lo desenvolví, ansiosa, rogando que fuera el reloj que le había mencionado, con más o menos sutileza, durante toda la semana.
Era el mismo estuche. Lo miré sonriendo.
“Vas a abrirlo…?”
Lo hice y entonces me llevé una pequeña sorpresa. Saqué un pote de gel lubricante y le sonreí, disimulando mi decepción.
“Me parece que este regalo es para vos, amor…” Le dije.
“No; es para vos, pero ahora dámelo…”
Abrió la tapa, se untó los dedos y deslizó la mano por debajo de la mesa. Separé mis piernas, adivinando sus oscuras intenciones.
“Por eso me pediste que viniera sin tanga…?”
Me miró, perverso, mientras sus dedos lubricados acariciaban mi vulva y trazaban círculos alrededor de mi clítoris, con tanta lentitud, que creí enloquecer.
El camarero se acercó para preguntar si íbamos a querer postre.
Disimulé todo lo que pude; aunque el pote estaba abierto sobre la mesa, olía a sexo y un gemido pugnaba por salir de mi garganta.
En ese momento me hundió tres dedos en la concha y me cogió con ellos, mientras, con voz suave, le contestaba que él solamente quería un café…
El camarero me miró y yo alcancé a susurrar que quería lo mismo.
Antes de que se retirara acabé, gimiendo para mis adentros y sintiendo que mi orgasmo humedecía mis muslos.
Entonces él sacó sus dedos de mi vagina y los relamió con avidez.
Apenas dejé de temblar, fui yo la que se llenó la mano de gel lubricante mientras que, con la otra, sacaba su verga bien erecta.
Comencé a hacerle una paja, pero él me detuvo y sonrió.
“En casa te espera el reloj, pero hoy no te hará falta...”
“Hoy voy a cogerte como si el tiempo no existiera...”
7 年 前